La fatiga

En muchas enfermedades autoinmunes la presencia de la fatiga es una constante, bien sea por la propia enfermedad o bien por los efectos secundarios que determinadas medicaciones producen a nuestro organismo.

Pues bien, en mi caso la fatiga llegó y con ella la incomprensión de mucha gente que me rodeaba y que decía cosas como: “bueno pero es que cansados estamos todos”, “estarás cayendo en una depresión y por eso te cuesta moverte”.. “Te estas dejando llevar por la pereza”.. No.. la fatiga que sufrimos este tipo de pacientes nada tiene que ver con el cansancio que todos sufrimos tras una jornada agotadora o tras realizar ejercicio físico, ni con la pereza o el pasotismo y en muchas ocasiones tampoco tiene que ver con nuestro estado de ánimo. Aunque si que es cierto que tendremos que tener buena dosis de paciencia y optimismo para aprender a convivir con ella (nosotros y también los que nos rodean).

El agotamiento que produce esa fatiga es insufrible, es como monstruo gigante que te deja frito y te cuesta hasta respirar y lo peor, al menos en mi caso es que es difícil verlo venir, y esto provocaba una reacción secundaria: el miedo.

Pensar que antes  todos los días iba y volvía andado a trabajar y recorría tan alegre los 5 km de distancia y ahora (desplazándome siempre en autobús) al volver me tenía que sentar en la parada viendo mi casa en la acera de enfrente sin poder llegar me mortificaba, pero lo que más duro se me hacía era la incapacidad de anticiparme y saber cuando me podía pasar:

Dejé de sacar a mi perra, dejé de salir a correr con mi marido, de disfrutar de nuestros largos paseos juntos, dejamos de organizar excursiones.. todo por la fatiga pero más que por ella, por el miedo a que apareciera y eso me hacía sentir culpable, muy culpable, porque sabía que me estaba perdiendo cosas que me encantaban  y no sólo eso, sino que estaba privando a los míos de muchos de los planes que antes solíamos hacer.

Afortunadamente trabajando con mi terapeuta que se ha convertido en un buen amigo, he conseguido disociar el miedo de la fatiga, así hago a mi monstruo menos monstruo y desde luego no gigante. Y si aparece.. simplemente me paro, aprendo a tener paciencia conmigo misma, a escucharle a él para saber qué es lo que me ha pasado desvinculándolo de la emoción negativa que ello me supone y relajo mi respiración y poco a poco me tranquilizo porque sé que tarde o temprano el monstruo se irá y yo no puedo paralizar mi vida por el miedo de que vuelva a aparecer.

He tenido que adaptar algunas de mis rutinas para llevar una vida que me resulte más confortable, he creado nuevos hábitos y planifico mejor mis salidas, pero ello no me impide seguir disfrutando de las cosas que más me gustan:

He vuelto a sacar a mi perra, hago excursiones con mi marido y mis amigos  y además he vuelto a hacer ejercicio que me ayuda a ganar tono muscular y fortalecer mis articulaciones (pero esto ya os lo contaré en el siguiente post). En definitiva, mi monstruo sigue ahí y alguna vez aparece pero se ha transformado en mi señal de alerta, mi piloto rojo para bajar el piñón y nada más.

No sé si es vuestro caso y tenéis un monstruo como el mío, pero si es el caso, os animo a que aprendáis a convivir con él y a respetar su espacio y sobretodo a interpretar sus apariciones de esta manera es mucho más fácil que lleguéis a una coexistencia pacifica, .. que ya veréis como se puede!

rscn3093

Un pensamiento en “La fatiga

  1. Me siento muy identificada, tengo artritis psoriasica y migrañas crónicas y la fatiga me acompaña. Es dificil imaginar una vida con tal agotamiento por parte de alguien que no lo haya padecido.

    Me gusta

Deja un comentario